martes, 30 de junio de 2009

Castillo y ermita de La Mora.

El castillo de la Mora, está situado a 770 metros de altitud, sobre un cerro de paredes escarpadas, excepto por su parte suroriental. Se alza sobre el que fue de Momegastre, que formaba linea defensiva del distrito musulmán de Lleida; junto a los de Calasanz, Estopiñan, Barbastro, Monzón y Balaguer.

El acceso al castillo, debemos realizarlo a pie, dejando el vehículo junto a la ermita de Nuestra Señora de la Mora. Construida en el siglo XVII, de nave única rectangular, tiene un pequeño atrio y la casa del ermitaño adosada. La roca que vemos con la cruz tallada, pertenece a la leyenda según la cual, por intervención de la virgen, se desprendieron dos grandes rocas de la montaña; matando al rey musulmán invasor y a su caballo. La otra roca estaría situada en el camino, llamada "Roca del Moro", a la que las gentes arrojaban una piedra al pasar por su lado, rememorando así el divino suceso.

El agua de lluvia se recoge en dos grandes depósitos, de los que podemos disponer, al menos para lavarnos y refrescarnos. Hubo aquí ermitaño en los siglos XVIII y XX, que vivía de forma permanente, al cuidado del templo. La primitiva imagen de la Virgen, de corte gótico, fue hallada cercana a la ermita; a causa de su deterioro, se trasladó a la Residencia de los Padres Escolapios en Peralta de la Sal.

Aquí vemos el atrio:

Y aquí al puerta, por la que podemos acceder libremente:

Ésta es la imagen que sustituye a la original:

Por ésta puerta entramos en la casa del ermitaño:

Dispone de dos plantas, por la primera podemos acceder al coro.

En la primera planta hallamos un fuego y una pequeña instalación eléctrica, que debe ser alimentada mediante generador; así como una leñera con algo de leña y papel para hacer fuego.
Un cartel en el interior nos recuerda que esto es "de todos los que lo visiten", creo que queda claro el mensaje.
Las dos plantas superiores están perfectamente limpias, con remozo reciente, y con unas ventanas practicamente nuevas, y que ajustan a la perfección. Por todo ello, es éste un refugio ideal para excursionistas, que deberan tener fuertes piernas, el camino es bastante pendiente.

De camino hacia el castillo, vemos la ermita entre los árboles:

Poco antes de llegar,vemos vestigios del ábside de la ermita de San Julián:

Frente a la entrada, vemos los restos de una antigua torre circular, probablemente del siglo XI.

El castillo formó parte de la baronía de Peralta, que comprendía los términos de Siurana, Gabasa, Rocafort, Pelegriñón, Purroy y Peraltilla. Ramón de Peralta fue el primer señor de la baronía, pasando después a los Castro, Montcada y Fernández de Córdoba, hasta que las Cortes de Cádiz abolieron los antiguos dominios señoriales, en 1812.

Gracias a la iniciativa popular, se ha restaurado, con buen criterio y no poco esfuerzo.

Disponía de dos plantas, y fue residencial, aparte de defensivo, contaba con su propio aljibe.

Se le acopló un pararrayos, que ya le habrá salvado la vida, pues es candidato seguro por su altitud.

No puede fotografiarse el lado oeste, pues está cortado a pico; vemos Peralta de la sal y Calasanz desde aquí.

¡Cuidado!, que aquí no hay barandilla...

Las vistas desde el castillo son impresionantes, el entorno está impoluto, da gusto estar aquí arriba:

Es éste un lugar, que siempre he hallado limpio, sin las típicas pintadas de los botarates, una delicia vaya.
Hay que aplaudir a quienes lo hacen posible, supongo que el municipio y sus vecinos, pues no es habitual, tristemente.

Por tanto, queda recomendada la visita, inclusive la nocturna; ya me duele la boca de pedir respetuosa limpieza y un comportamiento que nos aleje de la casta de Atila, pero no me canso, y lo pido una vez más, para ésta magnifica atalaya.

martes, 23 de junio de 2009

Nadie en Rocafort


El topónimo Rocafort parece indicar que hubo desde antiguo un núcleo poblacional anterior al que veremos. Los restos de habitación abalmados bajo la cresta rocosa y los silos excavados en la misma así lo sugieren.
Las primeras referencias documentales se remontan al año 1234, en el censo de 1857 contaba con 78 vecinos.
Sobre el pueblo se alza la ermita de la Virgen de La Guardia, que dependió de los monjes de Alaón; dicha ermita, reconstruída en el año 1992, se asienta sobre una antigua románica de la que queda tímido vestigio del arranque del ábside. Ha mantenido la orientación primitiva y recibe una romería anual. Se ha especulado con que alrededor de dicha ermita hubiese estado el primer asentamiento que fundaría el pueblo más abajo.

Aquí vemos Rocafort desde la ermita:



El abandono del pueblo se produjo entre los años 60/70 sin que llegara a estas casas la electricidad, ni el agua corriente, tampoco el alcantarillado, ni carretera alguna. Reflexione el lector por un instante el bienestar que todo ello proporcionó a los núcleos rurales.
Sus últimos habitantes partieron dejando tras de sí no solamente un pueblo, sino también un modo de vida arcáico. Un modo de vida que no iba a repetirse ya más, arrollado por los nuevos usos y avances.
Hay que ponderar justamente el gran esfuerzo de estas gentes, no sólo a la hora de levantar sus enormes casas, sino de revocarlas por dentro y por fuera incluyendo los establos. Todo se hizo a mano, se pastó a mano y se aplicó a mano también sin grúas ni hormigoneras que aliviasen la labor. Junto al gran barranco, que limita al pueblo por el este, (de esporádicas y fuertes avenidas), se ubicó un lavadero público, existen restos de construcción y enormes sillares pegados al cauce.

La entrada del pueblo está presidida por la parroquial dedicada a San Miguel y construida entre los siglos XVII y XVIII; de nave única cubierta con bóveda de lunetos y ábside plano, posée cuatro capillas construídas entre los contrafuertes.

En el tramo más cercano al altar todavía podemos ver parte de su decoración pictórica.

El vandalismo al uso se ha cebado en élla como en todo el pueblo y su degradación es patente. La antigua rectoría está sin cubierta, y la casa adosada que quizás fuese la del cura, arrasada.
Se ha excavado furtivamente en el piso y el graffitti moderno(consecuencia de algunas "raves"), ha hecho estragos en el paraje.
Éstas fiestas clandestinas tienen por desgracia destino y cierta querencia por lugares como éste y otros similares. Su nefasta presencia es manifiesta en Vallverd, donde "alguien", se pasea por la imposta dejando rastro apreciable en el ábside. Un ejercicio peligroso y estúpido por su altura, acorde con el que tal hace.
Hay que decir que el exiguo cementerio de Rocafort se ha respetado, pero es que está escondido y alejado y eso le da cierta ventaja.

Frente a la iglesia veremos ésta gran balsa que abastecía de agua al pueblo.

En su orilla crecen tres árboles monumentales de los más notables de España en su especie, se trata del almez(Celtis Australis L.).

El mayor de ellos frente a la iglesia tiene una altura de 14 metros, los mismos que tiene su copa de diámetro, dando sombra a 154 metros cuadrados.

Los otros dos sin ser tan altos, muestran en sus troncos las huellas de su longevidad.

Los tres están en la lista de árboles protegidos de Aragón, donde se nos indica que uno de ellos pertenece a un particular.(Pero no se lo puede llevar a casa).

El pueblo mira hacia el sur y sus casas carecen de planta baja propiamente dicha, estando ocupada por la roca que las sustenta; los establos se situan pues en el primer piso cuyas vigas enlazan la roca con el muro. En la imagen puede verse el tunel de entrada al establo(ventanas de aspillera). En el ángulo inferior izquierdo, podemos ver uno de los cuatro arcos de la planta baja, son ciegos pues los ocupa la roca y dan soporte a la casa. Dichos arcos fueron revocados con cemento en las últimas décadas ocultando la piedra.

Vista del establo tras las aspilleras que fueron parcialmente cegadas:

En algunos casos se abren en la base de los muros pequeñas puertas que dan acceso a unos abrigos de suelo y techo informes, cuya contorno sólo responde al capricho de la roca.

En la planta inferior, las casas disponían de bodega y recipientes para el aceite, algunas usaron antiguos silos excavados en la roca pura:

Aquí vemos tres grandes recipientes de piedra, el del centro fue convenientemente alicatado:

Este, cada vez que vengo está más excavado, pronto se lo llevarán:

La planta de habitación daba a una calle única encajada entre la roca y las casas.
Una de las pocas puertas que quedan todavía, puesto que aquí todo objeto mayor que un clavo ha sido expoliado, muestra en su cerrojo y en los bordes del marco unos refuerzos de hierro de una solidez contundente. Como si se hubiese blindado contra toda palanca que quisiera forzarla.

El interior de las casas era muy luminoso, con abundantes ventanas y colores claros en las paredes. La orientación de las mismas era apta tambien para el secado de productos agrícolas, que se realizaba en la planta más alta.
Éstas molduras que he visto en varios pueblos, responden a una moda de aquellos tiempos:

Se rematában las esquinas en los pilares:

Y las estancias principales se adornaban con diseños como este, que nace de aplicar repetidamente una plantilla con pintura de otro color sobre la blanca pared:

En este otro en cambio, la plantilla de líneas cruzadas se aplicó estando el revoco fresco todavía, no hay resto alguno de que aquí llegase el papel pintado:

El fuego se sitúa en la cocina, junto él a la izquierda podemos ver en la pared los huecos del hornillo de carbón:

Las habitaciones son de mediano tamaño y las ventanas están presentes también de cara a la calle principal.

Como no había alcantarillado las letrinas se situaban en un extremo del balcón, o en un pequeño cadalso, evacuando bien en el establo, bien en el arrabal de la parte trasera de la casa. En la imagen vemos lo que fue un balcón con la letrina en su extremo:

En la fachada de ésta casa podemos apreciar el recrecido de la misma, se aprecian los antiguos arcos cegados:

Como si los habitantes se resistieran a dejar este lugar, en la última época se construyeron y remozaron algunas casas con ladrillo; otras se dotaron de contrafuertes para mantenerlas en pie, como podemos ver aquí:

De hecho, el interior de las casas muestra sucesivos revocos y distintas reparaciones a lo largo del tiempo; aquí podemos ver estampado el año en el interior de una de las estancias, 1876:

Algunas de las imágenes que he mostrado son imposibles hoy día: el tiempo derrumba implacable casa por casa; no es buena idea por tanto penetrar en éllas.

Me entero por la web que Rocafort es un "pueblo maldito", se habla de extrañas luces en el cielo e incluso de una abducción...(sic). Además, con "numerosos" testimonios...He de decir por mi parte que he venido a este lugar muchas veces, muchas; al amanecer, al atardecer, y a todas horas; nunca vi luz alguna aparte de aquella tenue que alumbra mi entendimiento.
Tampoco escuché jamás voces extrañas, ni vi monje alguno en la iglesia (como también he escuchado), ni nada por el estilo...
La verdad sea dicha: aquí nunca me he encontrado con nadie, por eso y algo más vengo.(¿Será eso también un misterio?)

Caen las sombras en Rocafort, una brisa fresca agita los árboles centenarios, el crujido de las casas cansadas de sol, me anuncia que ya se revuelven las bestias en sus cuevas y madrigueras para hacerse dueñas de la noche.