miércoles, 23 de marzo de 2011

Nadie en...

No me apetece para nada dar siquiera el nombre de éste despoblado, que a pesar de haber padecido ya todos los expolios, no está vandalizado en absoluto, cosa bastante o muy rara visto lo que corre.
Me dolería verlo lleno de basura, prefiero sin duda verlo así, abandonado y sin la huella de los botarates.

Lo primero que vemos al llegar es su iglesia románica, hipogea ya en su construcción original.

Al campanario se accedia por una pequeña escalerilla que oculta la zarza que vemos pegada a él.

El ábside fue tapiado a la altura del presbiterio convirtiéndose en sacristía.

Desde el camino tenemos ésta vista donde destaca la casa que parece fue la más principal y la que mejor se conserva.

Por este portal entramos a la calle.

Desemboca en una placeta que no podemos ver debido a la espesa maleza que la ocupa.
De hecho, las calles son literalmente una jungla, hay que llevar como mínimo unos guantes de trabajo para apartar las zarzas.

La casa más grande conserva parte de su puerta de entrada.

Muestra en sus entrañas la sólida construcción en piedra, aquí en su acceso al horno de pan.

Y aquí en el de su bodega.

La destrucción interna de las casas es notable, viéndose todavía algún hogar, una pica monolítica y alguna alacena.

Por este portal que cierra la calle, se accedía al porche de la casa principal.

A la derecha del mismo estaba la bodega, donde vemos este curioso recipiente de piedra, cuya tapa ha sido unida a la roca por cierta especie de pasta.

Mirando hacia la bodega desde el porche.

En la entrada de la casa se conserva el escudo nobiliario.

En sus bajos el acceso a las caballerizas y ciertas estancias departamentadas, algunas carentes de puerta, donde se almacenaban los productos agrícolas.


Su salón muestra los restos habituales del uso como refugio de caza, aunque aquí hace mucho que nadie ha estado..

Por esta puerta con una curiosa decoración accedemos a las alcobas.

Las dos lucen estos arcos mixtilíneos en su acceso.

Nótese el portalámparas, aquí sí llegó la electricidad, puede verse la caseta del transformador a la entrada del pueblo, pero debió llegar, como todo en éstos núcleos, cuando apenas quedaba nadie.

En la cocina se sustituyó el hogar original por el hornillo de carbón con campana.

Con la electricidad podían bombear agua de la fuente y permitirse un cuarto de baño a la última.

Sin embargo, el "gres" lo constituye una serie de losas frisonas, vaya, lo que sería la porcelanosa de los Picapiedra...

A las afueras hay grandes establos y un curioso palomar, al que la vegetación no deja acceder.

No lejos del pueblo se encuentra su cementerio arrasado.

Junto a él se halla este pilaret, que conserva una imagen de la Virgen reseca y quemada por el sol, su desteñida pintura muestra el largo tiempo que lleva aquí.

La luz del amanecer entra de lleno por la galería donde ya nadie se asoma...

domingo, 20 de marzo de 2011

El Mas de Ribera

El Mas de Ribera es uno de los muchos abandonados a mediados del siglo pasado en la Ribagorza. Devorado por una espesa maleza que impide que las fotos den idea de sus dimensiones reales, oculta un antiguo esplendor en absoluto menor, pues contaba entre sus dependencias con almazara y oratorio propios.

En el cobertizo adyacente a la almazara vemos el husillo abandonado, pieza que no deja dudas de la existencia de una prensa de viga y quintal.
Este es el aspecto que ofrece la almazara desde el exterior, su muro norte es la roca pura.

En su misma entrada vemos la piedra de la prensa o quintal.

A nuestra derecha, cuesta de verlo debido a la vegetación, vemos todavía en pie la enorme muela del molino.
Era "de sangre", esto es, movido por una bestia, o por varios tipos muy bestias.

El muro que cierra el molino sigue el circuito circular del mismo y adopta forma absidal.

La muela es grande y pesada.

A nuestra izquierda se situa la prensa con parte del tejado desprendido sobre élla.

En el muro sur se adosan varios depósitos para el aceite.

En el extremo de la viga vemos la tuerca donde se insertaba el husillo.

Cerca del otro extremo vemos el marrano, que es por donde la prensa ejerce su fuerza.

Rascando con un cuchillo llega a mi nariz el olor del aceite de oliva seco que todavía lo impregna.

Más dificil de ver es su lavija, circular y de piedra, donde se recoge el producto del prensado.

Las tres vigas que conforman el brazo de la prensa son realmente grandes, conserva la guiadera anterior, aunque totalmente tomada por la hiedra.

En el Mas encontramos los elementos típicos fruto de las reformas más modernas, que tendrían lugar según lo visto a principios del siglo pasado.
Así tenemos cocina en la que hubo agua corriente, hogar y comedor con el mueble empotrado.

Contaban con un gallinero y horno de pan separado del cuerpo principal de la casa.

El agua de la cubierta se recogía en éste aljibe situado en la planta baja.


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¿Que hubo antes aquí?.

Una mirada atenta no puede pasar por alto el cambio de factura que se aprecia en la cara este y norte del edificio.

En la cara norte se hace todavía más evidente el edificio primitivo de sillares perfectamente escuadrados.

La destrucción de la planta deja acceso libre a su sótano donde se aprecia la roca sobre la que asienta la casa, y por donde entro a ver los restos del antiguo edificio.

En el interior se hace patente cómo el Mas se edificó por encima de los sillares.

Sillares que unicamente vuelven a aparecer formando parte del pilar central de la casa.

El arco de su entrada principal también presenta piedra tallada, aunque no puedo asegurar con certeza que no haya sido reaprovechado.

Por este arco se accedía a la bodega de la casa.

Desde la entrada tenemos ésta escasa visión, la jungla invade el patio central, que cierran grandes y altos cobertizos.

Junto al Mas existe un pequeño oratorio de rústica factura.

Su cubierta descansa sobre el suelo y sorprendentemente su altar no ha sido vandalizado.

Presenta dos revocos consecutivos en su interior, en el más antiguo hay trazado de manera sutil a modo de esbozo, un friso decorativo a lo largo de la pared, que he resaltado en la imagen.

Como ya dije antes, la vegetación impide ver en las fotos las grandes dimensiones del Mas, cuyos restos nos hablan de una vida autárquica ya extinguida.