Ya vimos en la entrada anterior lo poco que queda del despoblado de Mongay y la nefasta huella que ha dejado su nuevo dueño.
Cuando volvía no sólo arrastraba la decepción de ver que era peor el dislate de lo que yo pensaba, sino que además llevaba conmigo una duda razonable.
Mongay se situa bajo una balma que va mermando en tamaño hasta quedar en nada junto a su actual pista de acceso. En dirección al río el estrato calizo vuelve a tomar altura. Una altura considerable que me hace sospechar. Sospecho que es de tal calidad la protección de la balma, que su colonización es casi "de cajón".
Pienso que a lo mejor, y sólo a lo mejor, bajo élla exista algún resto de vida pasada.
En algunos mapas se señala Casa Conte, aunque en la ortofoto no se aprecian más que tímidos restos entre abundante vegetación, por lo que ya la daba por desaparecida.
En algunos mapas se señala Casa Conte, aunque en la ortofoto no se aprecian más que tímidos restos entre abundante vegetación, por lo que ya la daba por desaparecida.
Con esta "iluminación" salgo desde Chiriveta para andar cinco km. de pista hacia Mongay. En los dos últimos superaremos un desnivel de 200 metros, así que llego arriba bastante o muy sudado. Espero encontrar algo...
Desciendo en dirección contraria al pueblo hasta hallar un desvío hacia el norte. Por nuestra derecha se ve aflorar la roca con algún desprendimiento. Siguiendo por el pie del estrato se adivina un camino de herradura y dos tramos empedrados, cosa que me da ánimos.
Algo más de 300 metros después encuentro Casa Conte, oculta entre la vegetación y al abrigo de la balma.
Es por esto que no se ve en las ortofotos.
Primero veo tres pequeños corrales que preceden a la casa.
Es por esto que no se ve en las ortofotos.
Primero veo tres pequeños corrales que preceden a la casa.
Están obviamente pegados a la pared rocosa y se comunican por medio de pequeños ventanucos. Dos de éllos eran para aves.
A pocos metros veo la entrada a la casa, lo que supone un feliz hallazgo para mi, ya que aunque cuento con que esté expoliada, cuento también con que su situación la haya mantenido a salvo de las patas del subnormal profundo de más arriba.
La casa, salvo por pequeños derrumbes, se encuentra en un relativo buen estado. A pesar de las últimas lluvias la balma le da una protección óptima, por lo que se halla sin huella alguna de humedad.
Como deduciremos de las imágenes, si había un sitio bueno para secar lo que fuera era este. No en vano apenas tenía tejado, y sí dos terrazas.
La entrada da acceso sin preámbulo a una sala de habitación donde había dos bancos corridos en su lado mayor. También el hueco para el reloj de pared.
Sobre esta sala había otra planta techada, el derrumbe de la misma deja ver el envigado apoyándose en la roca.
Un envigado ciertamente complejo.
La parte que hemos visto es lo señalado en rojo.
De la sala se pasa a una cocina con un pequeño silo en el suelo. Desde ésta se accede al horno o a ciertas estancias donde se secaban y almacenaban productos agrícolas.
Esto es el hogar, no me hagais decir cómo pero aquí se hacía fuego para cocinar.
Aqui vemos las estancias con sus depósitos y sus secaderos.
Por una escalera se accede a la planta superior donde se hallan las alcobas.
Lo que se ve en el fondo de una de éllas, aunque no lo parezca es un guardarropa.
Más adelante se sale a la primera terraza.
Una terraza con unas vistas de envidia sobre la entrada a Monrebei.
Por esta escalera se accede a la terraza superior.
Que muestra varios enseres destinados al secado principalmente: cañizos, soportes y cestos.
Desde aquí vemos la continuación de la casa.
A la caseta circular del horno en primer término, con acopio de ramaje, le siguen varios establos y dependencias. Estas casas acaban siendo por lo común refugio de pastores, las ramas que se ven en los techos han sido puestas a posteriori, cuando han caído las losas para seguir usando el establo.
Junto a la casa había un par de edificaciones exentas, están arruinadas y tomadas por la maleza.
La entrada al horno desde el exterior estaba cubierta por un techado bastante extenso.
Yo accedo desde la casa y me encuentro esta imagen.
En el otro extremo de la habitación hay un mueble que servía para poner a reposar la masa.
Salgo al exterior a ver los corrales contiguos al horno. Presentan potentes envigados.
Esta caseta cubre una cavidad natural que ya se cerró en primera instancia.
Y así varios establos siempre adosados a la roca de rústica belleza. La portezuela que ven a la derecha es una caja reaprovechada donde puede leérse: Lérida.
Cuando vuelva a salir la hoja Casa Conte volverá a quedar oculta, remota y silenciosa al abrigo de la balma.
De vuelta, las vistas siempre impresionantes de la Ribagorza: Castillo de Chiriveta.