Otras veces, sin pretenderlo, libre de ambiciones y sin llegar a comprender a que dictamen obedece el destino, te encuentras de sopetón con algo asombroso que restablece tu confianza y te reconcilia con ese espíritu arcaico; es entonces cuando agradeces a pendientes, sierras y barrancos la magnífica conspiración en la que han venido a bien introducirte.
Porque a veces, la voluntad de ese espíritu ancestral, es la de permanecer oculto durante siglos, aguardando el instante, el momento preciso a aquel, a quién el destino escogió, consienta dirigirse hacia allí.
Y subyugado por una perseverancia instintiva, me dirigí ese día hacia un lugar donde creía que nada me aguardaba:
La historia.
No fue hace mucho que en una de las salidas programadas para mis vacaciones accedí a un templo románico que ya tenía marcado en mi ruta. En su arruinado interior vi que un muro dividía el tambor absidal.
Sobre el altar adosado a dicho muro, alguien en época indeterminada había derribado un vano tapiado con ladrillo macizo que da acceso al interior del ábside.
Cuando me subí al altar y miré tras el muro, lo primero que vi fue el antiguo vano absidal rodeado de una decoración de triángulos. A ambos lados de dicha decoración aparecían varias figuras.
Al levantar la cabeza dentro del hueco vi una que me resultó muy familiar.
Entonces fue cuando me saltó la alarma. "Alarma románica", con estas palabras me puse en contacto con el grupo que me ha ayudado a llevar esto a buen término.
Estas personas a las que me une una amistad inquebrantable, tienen nombres propios que no puedo obviar: Laura Alberich, Eduard Pallarés, Xavi Tosca y Manuel Gila. Pueden ver sus interesantes trabajos en Salud y Románico, blog sobre románico de alto nivel.
Introducción.
No pecaré aquí de inmodestia si les digo que este hallazgo es de primer nivel, y a los que han trabajado en él y a mi, nos colma y en cierta manera nos compensa el esfuerzo y la tenacidad que siempre precisa la investigación sobre un tema. Y en éste nos hemos esforzado mucho.
Lo que verán es la parte actualmente visible de un pantocrator románico que se ocultó bajo una capa de yeso en el ábside de un templo hace no menos de doscientos años, cuando se reformó.
Por ser tan reciente el descubrimiento y carecer de protección comprenderán que no puedo dar la localización, ni ser más explícito con las imágenes.
Estas pinturas obviamente son totalmente inéditas y las imágenes obviamente propiedad del autor.
El día de trabajo de campo fue muy emocionante y a la par que excitante para toda la expedición, se tomaron fotos, medidas, se dibujaron croquis...y nos extasiamos viendo las pinturas del interior del ábside.
Una segunda inspección reveló que en el lado norte el revoco se había degradado por efecto de la humedad, sin duda por una antigua acumulación de agua bajo el mismo.
Una leve presión hizo que al desprenderse apareciesen nuevas figuras frente a nuestros ojos que no daban crédito a lo que veían. Sobre la cenefa que daba continuidad a la del interior absidal, aparecían dos personajes nimbados, sobre éllos un querubín, y sobre éste parte el águila de San Juán.
Al tema...
Tras el muro se ve la antigua ventana absidal con derrame interno flanqueada por una decoración a base de filas alternadas de triángulos pintados en color rojo y azul. Sobre élla vemos una mandorla circular de color rojo con friso de cruces potenzadas alternadas con óculos.
Dentro de la misma vemos hasta donde ya lo impide el muro, las vestiduras y uno de los pies sobre un escabel del Maiestas sobre fondo rojo. Un parche de yeso de una reparación posterior oculta la parte central de la figura.
Entre la mandorla y el colegio apostólico vemos dos líneas paralelas discontinuas de pequeños elementos geométricos.
A cada lado de la mandorla y sobre las lineas ya citadas se representan dos peces.
A la mandorla la rodean los Tetramorfos de los cuales vemos parte de tres de éllos.
A la izquierda se adivinan los cuartos traseros del león de San Marcos. Sobre el cuerpo se ven varios ojos muy esquematizados en base a un óvalo del que surgen tres líneas rectas paralelas a modo de pestañas.
Bajo éste, el colegio apostólico está formado por tres figuras nimbadas que se alternan con la representación de columnas que sostienen arcos. La más externa parece ser una figura femenina con vestido de rayas verticales que se unen alternativamente con otras horizontales. Le sigue otra que no identificamos.
La figura más cercana al vano absidal es femenina y adopta una postura orante con las manos levantadas.
Su vestido muestra una decoración de círculos con una estrella inscrita que abarcan al ropaje en su totalidad.
Quizás sea la Virgen.
Por debajo de todo esto existe un friso de lacería y un cordón sogueado bajo el que se aprecia decoración a modo de cortinaje.
En el exterior vemos primero parte el águila de San Juán.
Bajo ésta se halla un querubín.
Por debajo de aquel vemos la representación de San Pedro sosteniendo la llave y de Santiago con el bastón de peregrino.
Más abajo aparece la continuación de la cenefa que vimos en el interior del ábside. En la misma se halla un grafiti grabado sobre el revoco que representa una elaborada cruz. Junto a éste se encuentra parte descubierta de otro que parece representar la vela de un barco.
Por encima de la boca del ábside se ve cierta decoración a base de palmas en uno de los extremos.
En el otro se representan unas ondas y también la figura de un ave.
El amigo Xavi Tosca nos hizo esta planimetría donde se situan las pinturas en relación al edificio.
Aquí pueden ver a parte del equipo en acción.
En la parte baja del muro norte de la nave quedan restos pictóricos en rojo en las juntas del paramento.
Existe una tecnología para el tratamiento de imágenes cuya aplicación sobre pintura románica no tiene precedentes, que yo sepa.(Que por otro lado, vistas las cortas miras de algunos, tampoco me extraña demasiado). Justamente es la que vamos a utilizar. Por medio de élla trataremos de revelar y realzar detalles casi inapreciables que nos darán una nueva visión.
El tratamiento ni arroja una imagen nítida, ni rescata el antiguo color, ni respeta el actual ya que no es este su objetivo y escapa a su radio de acción. Pero sus resultados son reveladores.
Para ir abriendo boca, pueden cotejar aquí el rostro del apostol San Pedro.
Un rostro que nos mira desde una perspectiva de más de ocho siglos.
En una próxima entrada, ya que esto lleva tiempo, veremos los rostros de los otros personajes e interesantes detalles.
Ahora ya sólo queda que la administración intervenga y proteja este lugar, que puede dar muchas sorpresas bajo la capa de yeso.
Para terminar, la foto de un día que al recordarlo me parece haberlo soñado.
(Laura, Eduard, Xavi y un servidor)