No me apetece para nada dar siquiera el nombre de éste despoblado, que a pesar de haber padecido ya todos los expolios, no está vandalizado en absoluto, cosa bastante o muy rara visto lo que corre.
Me dolería verlo lleno de basura, prefiero sin duda verlo así, abandonado y sin la huella de los botarates.
Lo primero que vemos al llegar es su iglesia románica, hipogea ya en su construcción original.
Al campanario se accedia por una pequeña escalerilla que oculta la zarza que vemos pegada a él.
El ábside fue tapiado a la altura del presbiterio convirtiéndose en sacristía.
Desde el camino tenemos ésta vista donde destaca la casa que parece fue la más principal y la que mejor se conserva.
Por este portal entramos a la calle.
Desemboca en una placeta que no podemos ver debido a la espesa maleza que la ocupa.
De hecho, las calles son literalmente una jungla, hay que llevar como mínimo unos guantes de trabajo para apartar las zarzas.
La casa más grande conserva parte de su puerta de entrada.
Muestra en sus entrañas la sólida construcción en piedra, aquí en su acceso al horno de pan.
Y aquí en el de su bodega.
La destrucción interna de las casas es notable, viéndose todavía algún hogar, una pica monolítica y alguna alacena.
Por este portal que cierra la calle, se accedía al porche de la casa principal.
A la derecha del mismo estaba la bodega, donde vemos este curioso recipiente de piedra, cuya tapa ha sido unida a la roca por cierta especie de pasta.
Mirando hacia la bodega desde el porche.
En la entrada de la casa se conserva el escudo nobiliario.
En sus bajos el acceso a las caballerizas y ciertas estancias departamentadas, algunas carentes de puerta, donde se almacenaban los productos agrícolas.
Su salón muestra los restos habituales del uso como refugio de caza, aunque aquí hace mucho que nadie ha estado..
Por esta puerta con una curiosa decoración accedemos a las alcobas.
Las dos lucen estos arcos mixtilíneos en su acceso.
Nótese el portalámparas, aquí sí llegó la electricidad, puede verse la caseta del transformador a la entrada del pueblo, pero debió llegar, como todo en éstos núcleos, cuando apenas quedaba nadie.
En la cocina se sustituyó el hogar original por el hornillo de carbón con campana.
Con la electricidad podían bombear agua de la fuente y permitirse un cuarto de baño a la última.
Sin embargo, el "gres" lo constituye una serie de losas frisonas, vaya, lo que sería la porcelanosa de los Picapiedra...
A las afueras hay grandes establos y un curioso palomar, al que la vegetación no deja acceder.
No lejos del pueblo se encuentra su cementerio arrasado.
Junto a él se halla este pilaret, que conserva una imagen de la Virgen reseca y quemada por el sol, su desteñida pintura muestra el largo tiempo que lleva aquí.
La luz del amanecer entra de lleno por la galería donde ya nadie se asoma...
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