Obís es un despoblado del término de
Arén que llegó a contar con 100 vecinos y al que llegó la luz eléctrica, a pesar de ello, su acceso fue hasta hace pocos años por un camino de herradura.
Yo he salido caminando desde
Betesa por la pista que lleva hasta Santa Eulalia, tramo en el que debemos superar un desnivel de 130 metros en un recorrido de 800, lo que provoca que a medio camino ya esté sudando a pesar de que estamos a 4 grados negativos.
Tras el repechón llego junto a la preciosa ermita de Santa Eulalia, donde hago unas fotos de rigor.
El templo está restaurado y abierto, aunque lo rodea bastante maleza.
Luce este
crismón sobre su sencilla portada de sencillos capiteles.
Desde la ermita no hay más que seguir la pista y a un kilómetro aproximadamente ya se divisa el pueblo, sobre un espolón entre dos barrancos.
A pesar de que nos veremos muy cerca del pueblo, no podemos atajar pues el barranco es profundo, y debemos alejarnos hasta perderlo de vista para cruzar por un pequeño puente donde está el desvío.
El núcleo está muy destruido y apenas tres casas se mantienen en pie. Se aprecian derrumbes recientes, por lo que debemos ser precavidos si queremos movernos por aquí.
La calle principal está bloqueada por los escombros de las casas y abundante maleza, quedan un par de ellas casi enteras en el tramo libre.
En el salón de una de ellas hay acopio de vigas...
...y esta cantarera, sobre la que hay un estante donde todavía se encuentran envases vacíos de medicamentos y lociones del año de
Maria Castaña .
Su escasa cocina, por no tener no tenía ni pica, siendo un mero lugar de preparación de la comida.
Esto es una mesa plegable propia de la sala del hogar que se mantiene pegada a la pared cuando no se usa.
Y este es el hogar, fechado en 1927, y que es copia de copia de otros tantos que pueden verse en las casas "bien" de otros despoblados.
Su interior suele ser de ladrillo macizo, y su boca se remata con un perfil metálico con cierto adorno.
Se ven asimismo bastantes contenedores para productos agrícolas dentro de las casas, algunos de ellos junto a las alcobas en el centro de la casa.
Y en las alcobas, los cabeceros de las camas.
Tenían una pequeña panadería.
El extremo superior del núcleo parece reservado para rediles y establos, la mayoría en ruinas.
Hay uno que todavía se utiliza esporadicamente.
Dentro encuentro esta
aventadora.
Y esta baranda de escalera usada como cercado.
Restos de la electrificación en la calle.
Y en la casa.
Esta casa presenta un remozo abundante en ladrillo en su interior, aunque la obra parece abandonada hace mucho tiempo, y ha quedado como refugio de pastores.
En el extremo este del pueblo está la iglesia de San Juan, templo de un románico rústico al que se le añadieron posteriormente dos capillas, aquí vemos el exterior de la del lado norte.
Su ábside apenas sobresale entre ruina y maleza.
Entrar en el templo es complicado porque está literalmente tomado por una espesa vegetación y el suelo cubierto de escombro.
Desde el ábside se ve esto, es imposible acceder a los pies del templo, practicamente derruidos por otro lado.
La capilla mayor es de muy cuidada ejecución, bajo el revoco azul que se ha ido desprendiendo se aprecia su antigua policromía, y en el caso de la clave y las ménsulas, el escudo de la familia que la promovió.
Frente a esta existe esta otra más pequeña, las dos destacan por la talla refinada de los sillares ante la rusticidad el resto de la nave.
El altar se apoya en la divisoria que convirtió el ábside en una pequeña sacristía.
Termino mi visita y paso a la salida del pueblo junto a la fuente ya seca.
Y tras 3,5 Km aproximadamente llego otra vez a la ermita, desde donde veo Betesa, donde inicié mi camino.
Las vistas y la excursión son una delicia (superado el primer tramo, que ya os digo que es duro de veras).
Es relativamente fácil topar con fauna salvaje, así que no os faltarán alicientes en una zona que se mantiene practicamente virgen.
Fotos: Panasonic y N95